lunes, 31 de agosto de 2015

Cambia tu forma de ver las cosas y las cosas cambiarán

Cambia tu forma de ver las cosas y las cosas cambiarán

Los psicólogos afirman que no existe algo que pueda llamarse Realidad de manera objetiva. La Realidad, dicen, es aquello que cada individuo percibe de acuerdo a su “personalísimo” punto de vista. Bajo esta lógica probablemente existan pocas cosas más relativas que la propia “Realidad”, (que en todo caso hay que distinguirla de los Hechos para tranquilidad de la ciencia).
Estoy completamente de acuerdo con la afirmación, porque la encuentro muy lógica. Basta ver lo que dos personas opinan o piensan de una cosa en particular para entender que la Realidad está sujeta a tantas interpretaciones como personas existan que la están observando, analizando y lo que es más importante, juzgando.
Cambia
Dejemos entonces de hablar por un momento de La Realidad, y hagamos referencia a TU Realidad o MI Realidad. ¿Qué factor o factores determinan que cada uno de nosotros tenga una percepción específica de la Realidad? Los psicólogos dicen (y esto también me parece lógico), que ello se fundamenta en el Sistema de Creencias que cada quien tiene. En función de ellas determinamos la realidad que nos rodea, nuestras creencias establecen la forma en la que vemos el mundo. Ellas son como un par de lentes a través de los cuales observamos todo lo que sucede en nuestro entorno próximo y en el entorno remoto. Estos lentes cambian en cada persona a lo largo de su vida, porque efectivamente cambian las creencias que construye y sostiene en diferentes etapas de su existencia. Esto, por último, conduce a entender que la Realidad es infinita en su composición y cambia permanentemente.
Hasta acá me acompaña la lógica en la deducción del asunto. De aquí para adelante me dedico a efectuar una evaluación estrictamente personal, y por ello, seguramente subjetiva por donde se la mire. Mi evaluación parte de la siguiente pregunta: ¿Si yo construyo la Realidad en función de las creencias que tengo y la forma de ver las cosas que éstas provocan, entonces puedo construir la Realidad que prefiera simplemente estableciendo las creencias que sintonicen con ello?
Si la respuesta a esto es positiva, inmediatamente me doy cuenta que estoy revestido de enorme Poder, puesto que puedo alterar la Realidad que me rodea a voluntad. Dado que mi sistema de creencias no depende en teoría de nadie y a nadie más le corresponde, tengo entonces el Poder cautivo entre las manos.
La segunda premisa emerge de otra pregunta: ¿me interesa cambiar algo de lo que me pasa y de lo que me rodea? La respuesta a esto es un resonante ¡por supuesto! Creo que es, además, una respuesta que comparten todos los mortales, al menos todos los que se consideren provistos de una básica inteligencia, ¿cuántos hay que no deseen cambiar al menos algo de las cosas que les suceden y que hacen a su vida?
Luego, en resumen, tengo el Poder de cambiar todo aquello que desee, o mejor dicho, aquello que exactamente quiero cambiar. Lo único que debo hacer es reparar en las creencias que sostengo con respecto a las cosas que quiero cambiar. Cambio ésas creencias, se transforma la forma en la que veo las cosas y ¡listo!: las cosas cambian para mí y para lo que me rodea.
¿Si esto es así de sencillo donde estuve perdido durante las tres cuartas partes de mi vida?
Dirán muchos que tan sencilla la cosa no es, porque finalmente es algo complejo alterar Sistemas de Creencias que se desarrollan a la par de uno en el curso de toda una vida, creencias que muchas veces acompañan el legado generacional de la familia, o de las familias, dado que a título de heredad se producen sincretismos extraordinarios. Otros dirán que las creencias son el ADN del alma, y en ellas se juega la identidad profunda del individuo.
Yo hago, sin embargo, una evaluación diferente:
  1. Estoy completamente seguro que deseo cambiar muchas cosas que pasan en mi vida.
  2. Si el Sistema de Creencias que tengo ha provocado que muchas cosas se encuentren hoy en un punto en el que las deseo cambiar, quiere decir que mis creencias me han conducido a situaciones que no me benefician y que no son coherentes con otras dimensiones de mi ser y de mi hacer.
  3. No tengo nada que me ate a creencias que no consiguen llevarme a un estado de bienestar integral.
  4. Luego, me siento perfectamente capaz de revisar mis creencias, cambiar la forma de ver las cosas y así conseguir, finalmente, todos los cambios que pretendo.
¿El estar dispuesto a revisar mis creencias me califica de mala forma?
Yo diré con firmeza que no, pero estoy consciente que muchas personas opinarán lo contrario. Los sistemas de creencias no solamente se encuentran arraigados en la gente en sí, también forman parte del contexto cultural en el que se inscriben los actos cotidianos, entre ellos la “solidaridad” de los individuos con respecto a creencias comunes. Por efecto de todo esto, es mucho más común que las personas consideren que no son ellas ni sus creencias las equivocadas, y que más bien el error es ajeno. Por eso esperan (muchas veces toda la vida), que sean las cosas y las personas alrededor las que cambien. Se vuelven expertos en las prácticas más sofisticadas que tiene la esperanza, aguardan con mejor o peor ánimo que las cosas se “acomoden en su debido lugar”, y terminen por darles la razón en lo que piensan y creen. Pero como no cambian esencialmente el “lente” con el que ven las cosas, no pueden apreciar los cambios (si los hubiere) y concluyen más bien por darle la razón a ése adagio popular que dice que “las personas no cambian, más bien empeoran”.
¿Qué provecho obtienen estas personas al no cambiar nunca sus creencias y su forma de ver las cosas en la vida?, ¿A dónde los conduce su estoicismo?
Verán ustedes que entre estas personas hay de las que practican esto por convicción “intelectual” y las que lo hacen por ignorancia. Las primeras se caracterizan por ufanarse siempre de sus principios, su coherencia, su rectitud, su temple y, por supuesto, su estoicismo. Son personas que se presentan ante los demás como ejemplos que deben seguirse, invierten recursos y tiempo para construir y consolidar sus convicciones y creencias y se esfuerzan haciendo “reflexionar” al resto del mundo. La vida los puede golpear mucho más que a otras personas, pero no les hace cambiar básicamente nada de lo que piensan o creen. Ellos soportan los embates apretando los dientes y prometiéndose a sí mismos que el premio llega solo para los valientes que aguantan todo mientras nadan contra la corriente.
Las personas que no cambian creencias y formas de ver las cosas por ignorancia son diferentes, habitualmente personas con un sentido muy presente de la fatalidad y del destino, creyentes “equivocados” en su entendimiento de disposiciones sobrenaturales, personas resignadas y conformistas, predecibles y tranquilas. Dan la impresión de haber llegado al juego con la convicción del perdedor y de quien tiene la esperanza de que alguna situación inesperada otorgue gusto y sentido a todo
Particularmente causa pesar el caso de éste segundo grupo de personas, ellas conforman esa media estadística que puebla el planeta y a su vez explica lo extraordinario, sea esto lo bueno y también lo malo. Son millones de personas que “pasan por la vida” haciendo “ciertas cosas”, dándole significado al espacio estrecho de realidad que ocupan y dejando tras de sí poco más que herencia biológica, que por otra parte, es la misma que dejan los otros animales. Si algo positivo puede rescatarse de este enorme grupo de gente es que de él emergen muchas veces las transformaciones y los cambios positivos. Probablemente no sean ni muchos ni frecuentes, pero al menos existen, algo que no puede decirse igualmente de los “intelectuales”, convencidos de sus creencias y su forma de ver las cosas guiada por cuestiones de “principio”.
De este grupo de “pensadores moralistas” me distancia la inflexibilidad de su razonamiento y de todos sus procesos mentales. Ellos se sitúan a muy buena distancia de la premisa del “yo solo sé que no se nada” y tienden tela de exhibición de ése almacén de “dueños de la verdad” que puebla todas las esquinas de este mundo. Difícil esperar que ellos cambien algo en su entorno, y mucho menos en su vida.
Yo, por otra parte, quiero inscribirme entre las personas “hambrientas” de cambiar. Y como entiendo que ningún cambio se produce si uno mismo no cambia primero, la fórmula para hacerlo, flexibilizando el sistema de creencias y viendo las cosas de una manera diferente, me parece fantástica. Me niego a suponer que soy dueño de alguna verdad, mucho menos de aquellas que no me conducen a estados de paz y de satisfacción. El cambio para mí está relacionado con la Evolución, porque ésta no se produce de ninguna manera sin transformaciones.
Cambiaré mi realidad allá donde vea que todo esfuerzo por comprender o adaptar las cosas de acuerdo a mis expectativas fracasa. Entonces modularé mi conducta viendo ésas mismas cosas con un lente diferente, uno que parta por la pregunta ¿y si yo estoy equivocado? La respuesta llegará bastante rápido, una vez que las cosas cambien porque yo haya comenzado a verlas de otra manera. Si entonces las cosas se ajustan más a las expectativas que tengo, asumiré que el cambio de mis creencias y la forma de ver las cosas fueron correctos, y que, en todo caso, yo estaba antes equivocado. ¿Me quita algo actuar de esta manera?, ¿me convierte en una persona sin principios y sin convicciones?, ¿en una “veleta” que se acomoda a la dirección en la que soplan los vientos? ¡Lo dudo mucho! Creo, más bien, que me convierte en un ser humano inteligente, consciente por completo de su falibilidad y por sobretodo de su capacidad de aprender cada día.
¿Y de qué forma podré cambiar la forma de ver las cosas? Acá se me ocurre algo interesante, útil pero sobre todo pertinente: por medio de Empatía. La verdad es que tenemos consciencia pobre del valor que tiene ésta actitud. En determinado momento “ver y sentir” las cosas como lo hacen otras personas, lleva de inmediato a un abordaje diferente de la realidad concebida desde el punto de vista propio. Si adopto con responsabilidad empatía con otras personas conseguiré entender mejor sus puntos de vista, argumentos y actitudes, las contrastaré con mis convicciones y obtendré una síntesis que de todas maneras tendrá mayor riqueza que el estado original. Es posible que las otras personas se encuentren equivocadas, que sus argumentos carezcan de sustento o su forma de ver las cosas no sea de provecho, pero verificar ello desde una posición de empatía tiene mucho más valor que hacerlo desde el reducto propio, y en todo caso consolida con calidad adicional el valor de las creencias originales. El proceso, en general, al menos permite que se avancen las posiciones, que ellas no queden atrincheradas en campos opuestos y distantes.
Quien hace uso de la Empatía avanza, progresa, sale del reducto a conquistar tierra ajena, pero no por medio de la imposición de valores o principios, sino por el mejor entendimiento de los mismos en los casos ajenos. Y de todos modos se provoca la conquista, bien porque se haya conseguido cambiar la realidad de otros o porque se haya verificado la necesidad de cambiar los preceptos que lo guiaban a uno mismo. Quien cambia su forma de ver las cosas y por ende altera la realidad, gana siempre, en todos los casos, no sólo porque sale de la ciénaga que representa asumir que uno tiene siempre la razón, fundamentalmente porque comienza a caminar en el sendero de la evolución.
La Empatía es en definitiva una Actitud, y como tal propositiva, estoica y confiada
La sincera conclusión de que el cambio es necesario y que debe producirse con el propósito de evolucionar, es una cuestión de Actitud ante la Vida. Es un tema en el que colisionan, como en muchos otros, las aptitudes, el conocimiento y la erudición con la básica Actitud hacia las cosas que pasan. En tanto que el Conocimiento es conservador y racionaliza bastante cualquier posibilidad de cambio, la Actitud lo asocia de inmediato con una premisa de bienestar. Por esto la Actitud no solo se encuentra cerca de la Empatía, también de cualquier pensamiento que se distancie de “atrincheramientos”.  Actitud proviene precisamente de un contexto de “acción”, y ésta se desenvuelve siempre, por esencia, en escenarios de cambio.
La Actitud no encara la Vida en términos de Principios que deben respetarse y aplicarse a “cualquier costo”, la Actitud trabaja en función de Valores, preceptos inmutables de lo correcto. Cuando los Valores están claros, todo cambio propende a la evolución. Cuando los Valores están establecidos, el cambio del lente o del cristal con el que se miran las cosas es un acto inteligente que en nada compromete la esencia o la identidad, en todo caso las refuerza porque busca optimizar la calidad de la persona.
Son los Valores las raíces sobre las que debe sostenerse el entendimiento de la Vida y orientarse la conducta. Valores, actitudes y conducta están relacionados. Todo lo demás no solo debe estar sujeto a evaluarse y cambiar, más bien en ningún caso debe entenderse como inamovible. Creencias que no se cambian nunca originan el dogma, conducen al fundamentalismo, y desde allí es fácil llegar al fanatismo y al odio de lo diferente. El Cambio es Vida porque permite que las cosas fluyan con naturalidad, se transformen y se adapten como sólo lo pueden hacer las cosas animadas. Lo que no cambia es sinónimo de parálisis y de muerte.
Cambiemos por tanto las creencias que no nos están llevando a ninguna parte, veamos las cosas con un lente diferente, empaticemos con las otras personas asumiendo que “no tenemos la razón” en todas las cosas que creemos. El resultado de esto terminará por ser una Realidad que se acomodé mejor a nuestras expectativas de bienestar y paz. Finalmente seremos nosotros mismos los beneficiados porque habremos evolucionado, de un estado de juicio e intolerancia a uno de hombres con Poder de cambiar su Vida cuando así lo vean conveniente. Habremos transitado de la incómoda posición de la liebre que corre a saltos por el pedazo de tierra que considera suya, a la del águila que mora en las alturas, que mira los problemas y las coyunturas de la vida desde la comodidad y la paz que le proporciona el ancho firmamento.

Consejos para mejorar nuestra capacidad de hablar en público

Algunos consejos para mejorar nuestra capacidad de hablar en público y así transmitir todas nuestras ideas y emociones.

1.- Aprende de los Expertos.

Consejos para hablar en público
Si tienes una presentación en un futuro próximo, empieza a preguntarte ¿Qué es lo que hace a los famosos oradores tener tanto éxito?
Comienza a ver discursos de grandes oradores históricos y también lee los discursos completos de estos personajes, además de servirte de inspiración podrás aprender sobre estilos, hábitos de orador, los tonos voz que emplean y enriquecerás tu vocabulario.
Mis oradores favoritos:
  • Abraham Lincoln
  • Theodore Roosevelt
  • Franklin D. Roosevelt
  • Winston Churchill
  • Dale Carnegie
  • Martin Luther King
  • Emmeline Pankhurst
  • Jhon F. Kennedy
  • Steve Jobs

2.- Arréglate y vístete formal

hablar en público
Como nos observan seremos juzgados.
Aunque seamos los más inteligentes o profesionales en el ámbito, no nos tomarán en cuenta si no mostramos una apariencia acorde a la formalidad del evento.
Siempre ten en mente que un  montón de gente te estará viendo, escuchando y juzgando. Así que aséate, recórtate las uñas, usa un peinado sencillo y alineado, para las mujeres  no utilizar demasiado maquillaje, tomen un traje formal sobrio y siempre cuiden los detalles de su apariencia.

3.- Revise y compruebe los materiales y las herramientas que utilizara.

Cómo hablar en público
Antes de iniciar el evento, compruebe todos los materiales que utilizara, como diapositivas, videos, audios, etc. Igualmente revise las herramientas que utilizara en su discurso, como micrófonos, data show, computadoras, efectos de video, de audio, iluminación, etc.
Tome el ejemplo de los equipos de futbol, que salen al campo de juego unos 20 minutos antes del iniciodel partido, para reconocer y familiarizarse con la cancha.

4.- Conozca su material.

Consejos para hablar en público
Para un discurso formal improvisar no es una buena idea.
Para adquirir confianza en ti mismo y tener un dialogo fluido, debes preparar y conocer todas las comas de tu discurso y además debes dominar todo el material con el que trabajaras.
Haga su investigación, conozca su tema, practique su discurso la mayor cantidad posible de veces y ensaya tu discurso con las diapositivas o herramientas que preparó.
Mientras más sepa y haya practicado, más seguro te encontraras.

5.- Práctica, práctica, práctica.

Cómo hablar en público
Una vez que hayas terminado de diseñar el discurso,  y te encuentres satisfecho con el contenido, agarre un espejo y practique tu discurso frente a él. Practique en frente de tu mascota.
Agarre a un amigo o algún familiar, y recítele todo uu discurso, luego pida opiniones y sugerencias, mantenga la mente abierta y la voluntad encendida para realizar cambios a su discurso, si la situación así lo amerita.

6.- Imagínese como un orador profesional y exitoso.

hablar en público
La negatividad no lo llevará a ninguna parte, pero un pensamiento optimista y positivo puede hacer maravillas con su confianza y espíritu.
Mediante un estudio se revelo que decirle a un niño constantemente que es un tonto, hace que él niño acepte la situación y se comporte como tal.
En contraste, si nosotros nos vemos  en todo momento como unos expertos y exitosos oradores, también aceptaremos esta situación y nos comportaremos como tales.

7.- Conozca a su público.

Conocer el público
¿A quién estás hablando? 
Si son colegas, es probable que quieran aprender algo de ti. 
Si son amigos, es probable que su discurso deba ser entretenido. 
Si se trata de un juez, bueno, él o ella quiere ser convencido. 
Sepa quién es su audiencia, adapte su discurso y la forma de entrega de acuerdo a las características de su público. 
¡Diga lo que la audiencia desea escuchar ¡

8.- Relájese

Consejos para hablar en público
Nosotros somos por lo general nuestros peores críticos.
Si se olvida de leer una frase de sus notas, es dudoso que alguien lo sepa. Si se salta a la siguiente imagen en el proyector por error, nadie le abucheara por eso.
No se preocupe más de lo debido, si falla o fracasa en su discurso, no es el fin del mundo, hasta los más expertos oradores tienen una noche mala.
En el error se encuentra el aprendizaje, todos debemos perfeccionar nuestras herramientas de oradores.

9.- Nunca diga que se encuentra nervioso(a)

Nervios al hablar en público
Es muy probable que usted sea el único en la habitación que sabe que se encuentra temblando por el nerviosismo, entonces, ¿Por qué mostrar las grietas de su armadura?
Si la gente percibe su nerviosismo, le será más difícil de entender la idea que desea transmitir, el público se encontrará más atento a una posible falla suya que a su discurso.
Si realmente, realmente le hace sentir mejor decir que “lo disculpen si existe un error, que todo es culpa de los nervios”, entonces adelante.

10.- Disminuya su velocidad.

Claves para hablar en público
Uno de los mayores indicadores de nerviosismo es la persona que habla a la velocidad del rayo. 
Es posible que tenga el mejor discurso jamás escrito, pero si nadie puede entender lo que está diciendo, no importará de nada.
Tómese su tiempo y recuerde a hablar a un ritmo normal (o incluso un poco más lento) cuando hable un público.

11.- Contacto visual.

Contacto visual al hablar en público
La gente confía a los oradores que buscan los ojos de su público.
No mire al suelo, que no hay nada ahí abajo. No mires solamente tus notas, el público pensará que no te encuentras preparado.
Usted parecerá más seguro, si se encuentra mirando a los ojos de su audiencia, reflejará la impresión de que usted domina la habitación y la charla

12.- Sea divertido.

hablar en público
¿A quién no le gusta reírse un poco? Usted no tiene que ser un comediante, gánelos con una sonrisa y un comentario inteligente oportuno.
Algunos comentarios alegres te pueden ayudar a entretener a tu público, relajar el ambiente y quitarte algo de presión de encima. Pero tenga en cuenta, demasiadas bromas pueden debilitar la validez y formalidad de una presentación.

13.- No se alargue demasiado

Cómo hablar en público
Todos hemos sido torturados por un orador que sigue y sigue, que le importa poco los intereses de la audiencia o el nivel de confort de la misma. 
Recuerde que usted se encuentra transmitiendo una idea, un objetivo, una promesa, toda su audiencia debe entender y emocionarse con el mensaje que está transmitiendo.
Si aburre al público, no existirá interés en usted, ni en su mensaje. Al final los aplausos se deberán porque usted termino de hablar y no por la idea que intento transmitir
No sea uno de esos oradores, siempre deje con ganas de más a la audiencia.

14.-  Sea usted mismo

hablar en público
Todos somos diferentes, tenemos características únicas, partiendo desde nuestro tono de voz, nuestra personalidad, temperamento, sentido del humor, vocabulario, dramatización, etc. En el momento del discurso, debemos respetarnos tal como somos, no tratemos de aparentar ser otra persona.
Si somos serios y queremos ser comediantes en el momento de la disertación lanzando una que otra broma, será un discurso para el olvido, al no saber contar bromas quedaremos como unos verdaderos tontos.
Si empiezas a pronunciar frases  o palabras que no utilizas regularmente, o que simplemente no conoces  el significado de esa palabra o expresión, en lugar de aparentar intelecto, te compraras un momento bochornoso, porque en la audiencia se encontrara alguien que si conoce muy bien dicha palabra o frase.

jueves, 27 de agosto de 2015

6 trucos para ejercitar la memoria



Seis trucos para ejercitar la memoria


recordar 

Te proponemos algunas técnicas sencillas para mejorar tu retentiva.

1. Encadenadas. Para recordar listas ordenadas o desordenadas de palabras (como DESPERTADOR CAMISA PIANO CASA SOFA TORO BESUGO) los expertos recomiendan imaginar juntos y vívidamente 2 primeros objetos, y unir el resto a medida que confecciona una historia gráfica donde las imágenes de cada elemento se conecta con la siguiente. 

2. Números. Se utiliza la regla de las perchas, que consiste en una lista de palabras fijas en orden, asociada cada una a un número determinado. En castellano se puede usar la siguiente secuencia, basada en el parecido físico entre números y objetos: 1-poste, 2-bicicleta, 3-tricornio, 4-silla, 5-mano, 6-palo de golf, 7-bandera, 8-gafas, 9-persona, 10-pelota. Con este método, para memorizar la fecha 1746 usaríamos la imagen de un poste (1) donde hay colocada una bandera (7), nos subimos a una silla (4) y la quitamos con un palo de golf (6).

3. Rima con... Formar pareados o versos que incluyan las palabras a recordar facilita su memorización. 

4. Acrónimos y Acrósticos. En ocasiones es muy útil formar palabras (acrónimos) o frases (acrósticos) que contienen las primeras letras o sonidos de la lista o palabras a recordar. Por ejemplo, para recordar la lista Boro, Oxígeno y Sodio puede construirse la palabra BOS.

5. Idiomas. Para aprender una palabra en un nuevo idioma, seleccione antes una palabra clave en español que suene como la palabra extranjera. Luego, imagine una imagen en la cual esté involucrada la palabra clave con el significado español de la palabra extranjera. Por ejemplo, para la palabra inglesa "parish" -que significa "iglesia parroquial"- podríamos escoger como palabra clave en española "Paris-sh ..." Y, a continuación, inventar la imagen de una iglesia en Paris y alguien tratando pedir silencio en la misa haciendo "Shhh". Así, la próxima vez que vea la palabra "parish" debería poder recordar la imagen de la iglesia y alguien pidiendo silencio.

6. ¿Tu nombre era? Para superar el duro trago que supone olvidar el nombre de una persona a la que nos acaban de presentar, hay varios trucos: repetir el nombre varias veces durante la conversación, buscar una asociación del nombre con el de otra persona conocida, atender a algún rasgo físico característico de la persona y asociarlo al nombre, o buscarle un significado al nombre o apellido.




miércoles, 26 de agosto de 2015

Mitos de la economía

Qué tan reales son estos 7 grandes mitos de la economía 



Uno de los debates más intenso entre los académicos es que en la economía pesa más lo psicológico que los números.
Para muchos, la economía no es una ciencia, sino política disfrazada con números.
Y con ese trasfondo, los planteamientos formulados por los economistas se nos presentan en una jerga técnica, a veces rebuscada, que suelen generar dos reacciones rápidas en audiencias masivas: cambian de canal o se asustan.
Sin embargo, la economía como tal se ha convertido en un genuino laboratorio de ensayo y error, donde keynesianos, monetaristas, comunistas y demás tribus han desplegado una serie de ideas a fin de captar la atención del público y echar a andar planes de gobierno.
En consecuencia, existen unos mitos universales transmitidos de generación en generación hasta formar una memoria colectiva, que se avivan dependiendo de las coyunturas políticas de cada país.
Aquí te presentamos 7 de los más populares de acuerdo con académicos y especialistas.
1 Los inmigrantes nos roban los puestos de trabajo
Inevitable pensar en Donald Trumpizando fieramente esta bandera. Y hay una cara aún más agria, como la que se ve en Calais con los inmigrantes tratando de cruzar la frontera por cualquier vía.
Adam Davidson comenta en el New York Times que "generalmente apoyamos la inmigración cuando los inmigrantes son diferentes a nosotros. A las personas de clase media o media alta no les preocupa la llegada al país de los pobremente educados inmigrantes".
Donald Trump
A pesar de lo que opina Donald Trump, economistas advierten que los inmigrantes generan un impacto positivo en las economías.
Pero cuando tienen nuestro mismo perfil, Davidson advierte que las alarmas comienzan a sonar.
No obstante, a pesar de esa visión particular existe otra donde la inmigración beneficia la economía de los países.
Un estudio realizado recientemente por la Universidad de Chicago, no encontró a un economista que estuviera en desacuerdo con esta apreciación.
La clave según Davidson es que este mito descansa en la falacia de creer que la única manera de conseguir un trabajo es quitándoselo a otro.
En realidad, "los inmigrantes no solo incrementan la mano de obra disponible en el país, sino que incrementan la demanda de más trabajadores, porque utilizan su salario para alquilar apartamentos, comprar comida, cortarse el cabello, comprar celulares", explica Davidson.
En otras palabras, quienes alquilan apartamentos, los peluqueros, los dueños de abastos y tiendas de celulares, etc., tendrán una sonrisa en los labios.
Como ejemplo clásico está el caso de los "Marielitos", la oleada migratoria que llevó a Miami más de 125.000 cubanos en 1980.
Cifras de un estudio del economista David Card, de la Universidad de California, Berkeley, revelan que de ese grupo unos 45.000 estaban en edad de trabajar.
Inmigrantes en Calais
La crisis de inmigrantes en la frontera entre Francia y Reino Unido genera una enorme presión social, que puede activar viejos mitos.
Cuatro meses después la fuerza laboral de Miami creció 7%. Su estudio demostró que la gente de la ciudad no sufrió impactos por pérdida de empleos o reducción de sus ingresos.
2 El cliente siempre tiene la razón
La tradicional cultura de servicio y la inclinación natural de la gente es decir que el cliente siempre tiene la razón.
¿Peroquién es más importante: el cliente o el productor? La respuesta es que, como dicen los economistas, depende.
El experto en materia monetaria Cullen Roche, escritor del libro Capitalismo Pragmático, cuenta que "el punto no es quién es más importante, sino que los dos son vitales en el ciclo de todo negocio, por lo que lo más importante es en cuál parte del ciclo de las necesidades económicas estamos".
En otras palabras, en algunos momentos el cliente tendrá el sartén por el mango, y en otros la empresadirá "tómalo o déjalo".
Vendedor y consumidor negocian
 
En algunos momentos el cliente tendrá el sartén por el mango, y en otros la empresa dirá “tómalo o déjalo”.
"Uno debe ver a productores y consumidores como lados de una misma moneda. Para multiplicar esta moneda se necesitan consumidores saludables, y vibrantes e innovadores productores", concluye Roche.
3 El precio refleja el valor
En este momento en Venezuela una servilleta vale más que un billete de baja de denominación.
El Observatorio Español del Mercado del Vino acaba de anunciar que el precio medio del vino de España exportado se situó en US$1,25 por litro, mientras que el de Nueva Zelanda se vendió a casi US$5 por litro. ¿Estás de acuerdo con esa diferencia de precios?
De seguro los dueños de viñedos españoles dirán que no.
Es por ello que muchas veces se dice que el precio de un bien o servicio se basa en lo que la mayoría esté dispuesta a pagar por él.
Más psicología que matemáticas.
Mujer es bañada con vino
El precio promedio del vino español (US$1,25 por litro) es más barato que los de Nueva Zelanda (US$5), lo cual no hace felices a los viñedos españoles.
4 Imprimir dinero causa hiperinflación
"Cuando el gobierno imprime dinero lo que viene es hiperinflación". Uhm… no necesariamente.
Primero, como explica la página especializada en finanzas Pragcap.com, "el gobierno no produce dinero y se lo da al público. Produce dinero y monedas para distribuirlo en el sistema bancario, donde el público lo puede utilizar en sus cuentas y medios de pago".
Segundo, las causas de hiperinflación en un país son mucho más complejas. Por lo general, para Pragcap.com hace falta:
  • Colapso en la producción
  • Corrupción rampante del gobierno
  • Perder una guerra
  • Cambio o caída del gobierno
  • Perder la soberanía de la moneda nacional por controles de cambio o endeudamiento en moneda extranjera.
Los billetes nuevos no generan por si solos la hiperinflación, sino la combinación de varios factores.
5 Cada niño que nace viene endeudado
La situación de Grecia ha puesto en boga con dramatismo absoluto esta pieza infaltable en todo discurso de campaña electoral o conversación doméstica sobre el futuro de todo país.
Madre con un niño en la calle
La crisis actual de Grecia ha arrojado a muchas personas a la calle. El futuro de ellos será tema central de la campaña por iniciarse.
En realidad, nadie nace con una factura pegada al cuerpo ni le corresponde pagar a ningún acreedor internacional. Las deudas nacionales son compromisos adquiridos por los gobiernos de turno, que comprometen al Estado de cada país.
Pero, tal como ha ocurrido con Grecia y con históricas negociaciones de deuda de los países en América Latina, estos procesos tienen sus vaivenes y depende de cada equipo presidencial resolver los pagos cuando corresponda.
Aquí vale incluir la palabra "default", que quiere decir, que el gobierno se declara incapaz de pagar la deuda, y eso da paso tormentosas negociaciones (Grecia dixit).
"En un nivel macro, en realidad el gobierno nunca paga la deuda. En un sistema monetario basado en endeudarse, las deudas se expanden o se contraen a lo largo del tiempo dependiendo de las necesidades de la economía del país", puntualizan en Pragmatic Capitalism.
Así que niños no lloren, esa factura no es suya.
6 Los negocios son para ganar-ganar
Quizás para evitar demonios proteccionistas, muchos economistas suelen reforzar la necesidad de que los acuerdos entre naciones beneficien por igual a ambas partes.
La experiencia entre Grecia y Alemania, a raíz de la crisis financiera de la primera, es una muestra de cuan errada es esta percepción, como bien lo puede explicar el renunciante primer ministro Tsipras ahora que tendrá más tiempo para evaluar lo sucedido.
Las corporaciones colocan sus subsidiarias en países particulares para aprovechar bajos impuestos o costo de la mano de obra.
Eso explica por qué Panamá es la meca de las corporaciones multinacionales que tienen operaciones en América Latina, o por qué los call centers de muchas empresas internacionales están en India o Escocia.
El objetivo entonces es aprovechar las ventajas competitivas en cada negociación.
7 La economía es una ciencia
La palabra clave de todo economista al preguntarle su opinión sobre cualquier situación es "depende".
Corredores de Wall Street
Wall Street es uno de los escenarios donde las percepciones pueden pesar más que los números.
"Si la economía fuera una ciencia, que implica una respuesta específica a una pregunta específica, ¿por qué 40% de los economistas consultados acuerda que el aumento del salario mínimo puede dificultar que las personas consigan trabajos, mientras que otro 40% se muestra en desacuerdo?", plantea Alternet.com con relación a un estudio realizado en Estados Unidos.
Como admitiría Larry Lindsey, antiguo jefe del Comité Nacional de Economía del ex presidente George Bush, "la continua discusión –entre economistas– es producto de un desacuerdo filosóficosobre la naturaleza humana y el rol del gobierno, y no puede ser resuelto por economistas no importa cuán sólida sea su base de datos".
En consecuencia, en economía las percepciones llegan a pesar tanto como los números.